domingo, 7 de febrero de 2010

Predicación textual, entre la pertinencia y la Biblia


Todos queremos ser pertinentes y ser bíblicos, aun cuando no siempre estemos de acuerdo en qué significa eso. El predicador textual quiere ser pertinente y generalmente lo logra. La pertinencia significa dirigirse a las necesidades, actitudes y dilemas humanos.Es decir, el predicador textual empieza pensando en su audiencia.
La predicación más antigua de Inglaterra y Estados Unidos, como nos ha llegado, era fundamentalmente textual. Entendemos por eso, el uso de un texto bíblico, del cual se privilegiaba alguna frase favorita. Por ejemplo, el más grande predicador radial que ha tenido América Latina es, sin duda, Juan Bonstra (1926-2009), clásica voz de "La Hora de la Reforma". Siempre iniciaba sus sermones con la lectura de un texto del cual derivaba un precioso discurso evangélico. Su mensaje estaba cargado de afirmaciones pertinentes y profundamente teológicas. Sin embargo, el mensaje no siempre exponía, en el sentido estricto del término, el pasaje citado.
La flexión que un texto o una frase del texto permite hacer es grande. El predicador puede referirse a cualquier situación con una frase como: “Vamos, hagámonos un nombre” (Genesis 11:4). O, “Cómo ha quedado sola la ciudad populosa” (Lamentaciones 1:1). O, “a unos soldados dijo, no hagáis extorsión, ni calumniéis, y contentaos con vuestro salario” (Lc. 3:14). El predicador que propone un texto y de el solo usa una frase, tiene mucha ventaja en pertinencia sobre aquel que predica sobre pasajes mas extensos. Ambos pueden ser perfectamente bíblicos y ambos pueden ser pertinentes.
Pero la ventaja es sólo ilusoria, sobre todo si comete el equivoco de pensar que no tiene que adaptar su texto al contexto bíblico. Tiene la obligación de hacerlo para no empezar con su audiencia y terminar solo pensando en ella. De no hacerlo, lo que se gana en pertinencia puede perderse al descubrir el pasaje, en su contexto, dice otra cosa diferente a lo que estoy diciendo. Esta ventaja, entonces, no se debe considerar como el camino mas seguro. Debe ser una invitación para validar si lo que estoy pensando que dice el texto es realmente así.
Por supuesto que si la predicación textual debe ser expositiva, de la misma manera, la exposición de una porción mayor debe ser pertinente. No puede quedarse hablando del pasado lejano y remoto. Es preciso tender los puentes entre el texto y el presente. Tomar la exposición como excusa para no aplicar de manera pertinente el texto es hacer una gran injusticia a la palabra de Dios.
El peligro de la predicación textual, por su parte, es dar a entender a la congregación que la Biblia es un libro de recortes de frases bonitas. Juan Carlos Ortiz, solía predicar el sermón “El quinto evangelio de los evangélicos”. En el, Ortiz decía que ese quinto evangelio estaba compuesto por todos los textos favoritos de los predicadores y feligreses evangélicos. Agrego yo algo que no decía Ortiz, y es que cada libro de la Biblia tiene un argumento y una unidad. Los capítulos pueden tener dos o mas unidades de pensamiento que también tienen su propio argumento. Eso se pasa por alto en la predicación textual.
De modo que, no esta mal predicar textualmente. Lo malo es hacerlo para ganar en pertinencia lo que se pierde en fidelidad al texto. Por otro lado, no es ninguna virtud exponer porciones mas amplias de las Escrituras, si no logro cumplir con el criterio de explicación-aplicación, que resulta en un mensaje pertinente. Ambos tipos de mensaje, tienen la obligación de explicar el contexto histórico, cultural, y literario del pasaje y de aplicarlo relevantemente.

1 comentario:

  1. Hola hermano, muchas gracias por tu artículo, ya que me ha servido para presentar una tesis acerca de la conveniencia de la predicación expositiva. Es mi último trabajo para mi licenciatura en estudios bíblico.
    Muy agradecido
    Jorge Acevedo
    Sevilla, España

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