El primer paso es obtener la idea central. La idea central es un concepto derivado del estudio bíblico. Consiste en la explicación, interpretación y aplicación de una idea que nace del estudio de la Biblia. Esa idea viene de uno o varios pasajes, interpretados en su contexto histórico gramatical. Se busca el tema general o sujeto de esa idea preguntándonos ¿de que esta hablando el texto? ¿Cuál es la palabra que mejor encierra el enfoque del pasaje? ¿Cuál es la verdad de este pasaje?
El segundo paso es expresar la idea central en una oración. Eso se logra preguntándose ¿Qué dice acerca de lo que esta hablando? Al unir el tema o palabra clave en el que se enfoca el texto, con la expresión que mejor define eso de lo que esta hablando, se tiene una oración. Esa es la idea a predicar.
El tercer paso es notar la necesidad humana a la que responde el pasaje. ¿Por qué es este tema importante para la audiencia? ¿Qué tengo que hacer con esa verdad? Esto nos permite identificar un propósito para el mensaje. Con la idea central en mano ahora debo desarrollarla y para ello debo responder tres preguntas sencillas que definirán mi propósito y mi desarrollo del bosquejo: ¿Necesitan entender esta idea? ¿Necesitan creer esta idea? ¿Necesitan vivir esta idea?
El cuarto paso es desarrollar el bosquejo del mensaje. Si no lo entienden el desarrollo del bosquejo debería explicar la idea. Si no lo creen el bosquejo debería probar la idea. Si no lo viven, el propósito del bosquejo debería ser aplicar la idea o evidenciar las implicaciones practicas del pasaje. El bosquejo requiere que nos preguntemos ¿cuántas afirmaciones principales sugieren el pasaje? La puntuación, o punto y aparte, nos evidencian secciones que equivalen a las afirmaciones principales que propone el pasaje. Naturalmente que el texto apoya esas secciones con datos, nombres, argumentos o frases que son los sub puntos del bosquejo. Entre cada punto mayor repasamos y revisamos lo dicho construyendo transiciones que dicen de dónde venimos y a dónde vamos.
El quinto paso es seleccionar el material de apoyo. Se escoge para apoyar la idea central y puntos del bosquejo. El mensaje, para tener pertinencia, debe sostener una relación intima con el propósito del autor y con la situación de los oyentes. De esa delicada tensión surgen las aplicaciones. El material de apoyo puede ser para explicar, probar o aplicar la idea. ¿Cómo quería el autor original que respondiera su audiencia? ¿Dónde se muestra la necesidad en la experiencia diaria? ¿Cómo debería responder su audiencia y porqué?
Otro material de apoyo son las ilustraciones. Son como las ventanas del texto bíblico que permiten ver hacia adentro del texto para captar mejor su significado: la cita, la historia o la analogía. La buena ilustración logra lo siguiente: crear interés, iluminar el significado del texto, motivar a escuchar y a responder a la verdad predicada. La ilustración no es un fin en si misma. Lo malo de la buena o muy larga ilustración, es que eclipsa al texto y entonces sustituye a la Biblia. El predicador tiene la tentación de terminar predicando sobre la ilustración.
El último paso es preparar la introducción y la conclusión. Ambas se enfocan en la audiencia, captando la atención y mostrando la pertinencia a la vida de la idea a predicar. Ambas empiezan por mostrar la necesidad del mensaje y terminan llamando a una decisión. ¿Cuál es la mejor forma, una cita, una historia o una analogía? en suma, predicamos una idea bíblica, vestida con traje contemporáneo para responder a la necesidad vital del oyente, usando ideas que él entiende.
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