viernes, 29 de enero de 2010

Es pecado aburrir a la gente con la Biblia


Presentar la Biblia en forma aburrida da a entender que la fe es aburrida, que el cristianismo es aburrido. El letargo puede sugerir que la Biblia es irrelevante y que Dios es uno de los trámites al que hay que jugarle la vuelta para encontrar la felicidad. De ahí que, el tedio en el púlpito, pueda guiar a la gente al pecado. Por eso no es del todo errado decir que es pecado aburrir a la gente con la Biblia.
En parte, los problemas del pastor en la Iglesia, pueden sucitarse porque la gente esta aburrida y eso les conduce a hacer cualquier cosa, aun a crear problemas, con tal de deshacerse de quien los aburre. Por eso, el pastor no puede darse el lujo de ser aburrido en su mensaje. Es que eso puede llevarle muy lejos… de la Iglesia que pastorea. Estudiar, es mas que preparar un mensaje, es preguntarse cómo llegar a la gente para sacarle la idea de que fe, es igual a tedio.
La predicación requiere entusiasmo, imaginación, humor y empatía para aligerar el sermón. El sermón no es aburrido cuando usa el entusiasmo. El entusiasmo comunica que algo es realmente importante. Es la pasión, que no es lo mismo que “gritar”. Es la energía, de que esto realmente debe ser oído, pues se trata de un asunto de vida o muerte, y eso debe mostrarse al predicar.
Un mensaje no es aburrido cuando usa la imaginación. Imaginación es explicar el texto de formas nuevas. Es tomar ilustraciones de la vida. La forma en que ilustramos la verdad es una de las maneras de usar la imaginación. La imaginación se ve en el lenguaje, en las figuras y en las reflexiones que hacemos de la verdad: frases vivas y frescas para aplicar y explicar el texto.
Otro punto para que el mensaje no sea aburrido es usar el humor. Francamente, no hablamos de contar chistes, sino de usar situaciones humorísticas en función de la explicación del texto. Por otro lado, esto no todos pueden hacerlo. A algunos el chiste les sale insípido y a la gente le sabe peor. Para contar chistes no necesitamos un púlpito y menos el tiempo del domingo en la mañana. Afuera, en la radio y la televisión hay quienes hacen eso con gran maestría y no necesitan competencia. Pero, cuando se toma con humor una situación de la vida, pertinente al pasaje, el mensaje se acerca a la gente y la gente se acerca a Dios.
Aun más, otro punto que quita el aburrimiento del mensaje es usar empatía. Esto quiere decir, que la gente sienta que la enseñanza busca conectar con su vida, con su situación difícil y con sus desafíos. No estoy “pontificando”, ni  “conferenciando” en una suerte de monólogo, o peor aun, de soliloquio, en el que sólo importo yo. Estoy dialogando con personas, sobre sus necesidades y trasluciendo las mía, en un afán de mostrar que el predicador esta preocupado por la gente y no sólo por sus ideas.
Uno puede también cumplir con la receta plena para el aburrimiento. Llenar el mensaje de detalles sobre el mundo lejano y el pasado remoto. Discutir en detalle las fechas del imperio Asirio, o la descripción del periodo de Bronce, o todos los argumentos sobre la historicidad de los patriarcas bíblicos. Agregue a eso la ausencia de entusiasmo, imaginación, humor y empatía y tendrá la colección de información más toxica que una audiencia puede tolerar.
El efecto nocivo de esa predicación alcanza al predicador, a la congregación y a la vida práctica de sus oyentes. El prestigio de la iglesia es igual a aburrimiento; la vida cristiana es irrelevante y este ministro, y todos los que predican, entre mas lejos estén de mi atención, cuánto mejor.

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