viernes, 15 de enero de 2010

Qué aprendemos de los gigantes del púlpito


A Charles Spurgeon (1834-1892), en Inglaterra, le llamaron el “príncipe de los predicadores”; a Dwight L. Moody (1837-1899), en Estados Unidos le llamaron “el evangelistas más grande del siglo XIX”. En el Siglo XX, vinieron Billy Sunday, más tarde Billy Graham.  No hemos hablado del siglo XVIII, en el que se destacaron, en Inglaterra, George Whitefield, John Wesley, y en Estados Unidos, Jonathan Edwards y  Charles Finney (1792-1875). La enorme proyección de estos hombres se ha atribuido a razones variadas, pero se destaca su preparación esmerada.
Se trata de predicadores que presentaron variedad de estilos. En el siglo XVIII y XIX no había sermones que fuesen estricta exposición bíblica. El desarrollo era más temático que textual. La cita bíblica aparecía al inicio y el resto era un largo desarrollo de pensamientos en torno al texto. Estos “discursos evangélicos” eran mas piezas oratorias que explicación del texto bíblico.
También es cierto que se trató de predicadores de una gran elocuencia. Eran presentadores que podían empezar a hablar con gran convicción, con un manejo extraordinario de los argumentos, las ideas y las palabras. Esto aunado al manejo literario del inglés, que era un gobierno casi poético del idioma. Eran cerebros muy bien empleados, para nada oxidados.
Estos predicadores también tenían inteligencia y memoria bien utilizadas. Esto les permitía citar fuentes, datos y textos con gran facilidad. Su capacidad de articulación parecía improvisación, dada su enorme capacidad para recordar datos. Sin duda, esa memoria podía haberse envejecido con la herrumbre de la pereza. No fue ese el caso, estaba tan afilada como la navaja del zapatero.
Es cierto también que estos predicadores tenían habilidades innatas como comunicadores. Lo dicho hasta aquí se resume en eso. La elocuencia, la memoria y la inteligencia son habilidades con las que ya venimos. Eso dice que hubieran sido exitosísimos como artistas de teatro, abogados o vendedores, pero usaron su enorme talento para servir al señor.
No cabe duda que también eran predicadores que se preparaban. Su discurso tenía cierta sofisticación.  La pieza oratoria no es cosa fácil de articular. Repetir eso vez tras ves en una iglesia es algo sumamente difícil. En cierto sentido es más fácil predicar la Biblia que componer “discursos evangélicos”. La agudeza de los argumentos de Jonathan  Edwards o de Billy Sunday es ejemplar.
Finalmente, estos predicadores se esforzaron por ser bíblicos. Recordemos que la teoría de la comunicación oral no se había aplicado a la Biblia. Había trazas de la oratoria secular, de los principios de retorica de Demóstenes y Aristóteles y eso se había adaptado al discurso religioso. La adaptación a la Biblia se ensayó a lo largo del siglo XX. En mi opinión, la aplicación detallada de las leyes de la comunicación a la estructura del sermón bíblico, encontró su mejor expresión en la obra de Haddon Robinson, La predicación Bíblica (publicada por FLET).
Sin embargo, Billy Graham empezó a decir, en los años 40´s, la Biblia dice”. Para ser un evangelista, realmente se esforzó por explicar la doctrina bíblica del pecado, del hombre, del infierno, del amor al prójimo, del amor de Dios y de muchos temas más. Resúmenes concisos  de la doctrina bíblica, pueblan sus mensajes con gran claridad. Todo esto nos sugiere una preparación esmerada, un esfuerzo por tomar las doctrinas de la escritura, procesarlas para ponerlas en palabras sencillas. El estribillo "la Biblia dice",  Billy lo respaldó con reflexiones maduras.
Eso, cuando otros se escudaban diciendo “yo soy evangelista”, que significaba, "no tengo que esforzarme en pensar, ni tengo que invitar a mis oyentes a pensar". Todos estos grandes y talentosos hombres de Dios, invirtieron muchas horas en estudiar, leer y preparar sus mensajes, cosa que para ellos era parte de su adoración a Dios. “Creer es también pensar”, dijo el pastor John Stott, y nosotros, en vez de bajar la marca debemos subir los estándares.

1 comentario:

  1. Me parece correctas las palabras escritas por el señor Mendez, creo que los pulpitos estan faltanes de predicaciones frescas y de contenidos de la doctrina biblica, que mucha falta hace para formar verdaderos discipulos y no tener problemas de decerciones en las iglesias de miembros que no estan cimentados en los principios de la Palabra de Dios

    ResponderEliminar