martes, 2 de noviembre de 2010

Diez compromisos de la predicación en la Iglesia

La palabra de Dios. Estamos comprometidos a proclamar la palabra de Dios de manera clara, teológicamente sana y a comunicarla con pertinencia y de manera práctica. El resultado de esa proclamación es gente dispuesta a agradar a Dios, que aplica la palabra a cada área de su vida para hacer nuevas todas las cosas.

Pasión Espiritual. Reconocemos que sólo la presencia y poder del Espíritu Santo nos capacita para vivir vidas obedientes y transformadas. La vida de oración de nuestra congregación reflejará la profundidad de dependencia de Dios. Experimentar a Dios y obedecerle son características de nuestro ministerio.

Fruto evangelístico. “El hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Estamos compelidos a ganar a nuestros vecinos, nuestra nación y nuestro mundo con el evangelio de Jesucristo, sin importar las barreras raciales, económicas o políticas. Nuestro presupuesto, liderazgo y programas reflejan el más alto compromiso con el evangelismo. Esperamos un crecimiento numérico significativo como resultado de este compromiso.

La adoración verdadera. Cantad alegres a Dios… Servid a Jehová... Entrad por sus puertas con acción de gracias…” (Salmo 100). Servicios inspiradores que glorifican a Dios y atrapan el corazón, mente y emociones del pueblo para Dios, deben ser la marca de nuestra adoración pública. Estamos comprometidos a llenar las diferentes necesidades de adoración de las distintas generaciones presentes en la Iglesia. Las iglesias saludables se caracterizan por un espíritu de gozo expresado en la adoración.

Una misión y visión que desafían. Dije al rey… envíame a Judá… y la reedificaré… lo que Dios había puesto en mi corazón… Les dije… venid y edifiquemos el muro de Jerusalén…” (Neh.2:5,12,17). Nuestras congregaciones deben tener un sentido claro de la misión de Dios y una visión de futuro la cual comunicará claramente a todos los miembros y guiará sus programas, presupuestos y prioridades personales. Necesitamos agencias en la iglesia que facilitan la visión y la misión. La disposición al cambio y a tomar riesgos, son cruciales para la continua efectividad del ministerio de la iglesia local.

Desarrollo de Liderazgo. Encarga a hombres fieles que sean idóneos. . .” (2 Tim.2:2). El resultado de hacer discípulos es llevarlos al próximo nivel de madurez espiritual perfilando para ser líderes a la mayoría de miembros de la congregación. La intención de convertirlos en líderes, incluye el uso de los dones espirituales de servicio y desarrollo, a partir de la iglesia y afuera de ella. Estamos comprometidos a ver que cada miembro de la Iglesia tenga un ámbito de trabajo, una persona que le supervise y unos resultados que den gloria a Dios, recordando que no hay tarea pequeña, tampoco persona que Dios no haya capacitado, ni creyente a quien Dios no quiera usar.

Empezar nuevas iglesias. “En Jerusalén, en toda Judea y en Samaria, hasta lo último de la tierra" (Hch.1:8; Hch. 13—28). Las congregaciones saludables están comprometidas a reproducirse. Tenemos por visión plantar o facilitar que se planten nuevas iglesias, en nuestra comunidad, distrito y en el mundo. Creemos que Dios desea que la iglesia represente la diversidad étnica y económica de nuestra nación. De modo que deliberadamente empezaremos iglesias entre todos los pueblos que componen nuestra nación y el mundo.

Administración financiera. “manda. . . que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, sino en el Dios vivo. Que hagan bien, que sean dadivosos y generosos” (1Ti. 6:17—19). Nuestras iglesias deben ser iglesias financieramente responsables, por medio de la continua administración, educación y desafío de las congregaciones, a fin de que hagan inversiones sacrificiales en lo eterno por medio de sus donaciones regulares o dadivas especiales. Nuestros pastores deben hablar del tema del dinero y de las posesiones de manera bíblica, relevante y práctica. Nuestras iglesias deben adoptar el corazón de Dios por los pobres, desvalidos y necesitados, al distribuir los recursos disponibles.

Espiritualidad integral. “Algunos apostatarán… escuchando a espíritus engañadores… prohibirán casarse y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creo… porque todo lo que Dios creo es bueno… si se toma con acción de gracias…porque… es santificado” (1Ti.4:1-5). La espiritualidad se resume en que Dios es la primera y máxima realidad del creyente. Esto está anclado a la creación, se orienta al ser humano y busca renovar la mente del creyente, como ámbitos donde sucede el compromiso con Dios. Enseñamos que cada creyente tiene la responsabilidad de evaluar su propia integridad, de practicar la libertad, la responsabilidad y la oración. Para cumplir estas demandas buscamos depender del auxilio del Espíritu y revisar la vida a la luz de la Palabra de Dios.

Relaciones marcadas por el amor. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos para cono los otros” (Jn.13:35). Al reconocer que todos los hombres están hechos a la imagen de Dios y que Dios les ama, afirmamos que nuestras iglesias deben proyectarse por encima de barreras sociales, económicas y raciales, con hechos prácticos de amor, dentro de la Iglesia y hacia la comunidad, con especial interés en los necesitados, olvidados y vulnerables. Creemos que los creyentes están llamados a la reconciliación en las relaciones interpersonales con toda persona. En la Iglesia las relaciones amorosas deben producir unidad, responsabilidad y una poderosa demostración de la presencia de Dios en nuestras comunidades.

(Adaptado de la EFC)

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