El viernes pasado hablé a un
grupo de ansiosos padres de familia sobre el tema de mi libro: “Padres que
enseñan responsabilidad.” En medio de
copiosa lluvia y bajo una galera de lamina que tronaba ensordecedoramente, hablaba
a mas de 100 personas en un 95% padres de familia. El mensaje iba “bien” hasta
el cierre. Cuando llegué al cierre muchísimas de las cosas que habían encontrado
el asentimiento de los padres debieron ser llevadas “hasta la cocina.”
Me explico, en lugar de repetir mis
puntos y parafrasear la idea central, este era el momento de hacer un
llamamiento, proponer dos o tres compromisos concretos y terminar con un
compromiso entre los padres y el señor. El ambiente era perfecto y los padres tenían
la necesidad de un cierre diferente. Deje pasar la oportunidad. No lo vi. Actué
muy doblegado por las circunstancias, la lluvia y la dificultad de terminar el
mensaje en vez de hacer el análisis espiritual que requería el cierre del
mensaje. Meditar sobre ello después fue para mí una gran lección que quise
compartir con los lectores de éste blog. Saludos.
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