miércoles, 18 de agosto de 2010

Los momentos olvidados del sermón

El mayor problema de enfocarnos en algo es lo que dejamos afuera del foco. No hemos terminado de aprender que el sermón tiene idea central, puntos mayores y menores, introducción y conclusión, cuando nos damos cuenta que hay cosas que estamos perdiendo de vista. En otras palabras, es posible contemplar el bosquejo lógico del pasaje y perder de vista el psicológico. Debemos fijarnos en cuál es el proceso de atención que la gente posee. Por ejemplo, eso es lo que hacen los comerciales de televisión.

Primero, entre el tingo y el tango de empezar a predicar, debemos recordar la centralidad de las primeras palabras del sermón. No son “buenos días, gracias por haberme invitado”. Es la primera impresión que quiero hacer para captar la atención y sugerir el tema. Por ejemplo, “Nadie conoce a María Pérez mejor que yo. Primero, porque es la persona que Dios ha usado para enseñarme grandes lecciones, y segundo porque María Pérez es mi mujer. ¿Hay una María Pérez en su vida?”. O “Cuando Dios quiere usar a una persona, primero la pulveriza para rehacerla, de modo que le sea útil”. Si esa frase sugiere el corazón de su idea central, aun cuando sea oscura, cumplirá con el requisito.

Segundo, entre el troche y moche de empezar el mensaje, el inicio debe tomar en cuenta la tensión que sigue a la ilustración. Una vez que sugirió el tema y atrajo la atención con una buena historia, es posible olvidar que debe convertir la atención voluntaria que le dieron en atención involuntaria. Para eso debe tomar la historia, cita o anécdota del principio y elaborarla desde el punto de vista de la necesidad humana. Usted crea tensión cuando dramatiza el punto. Al predicar sobre la envidia, por ejemplo, debe elaborar cómo usted y sus oyentes suelen sucumbir ante ella. No es el momento para predicar que eso esta equivocado, ni para decir cuál es la solución, eso viene en el desarrollo del mensaje. Ahora solo toca reconocer que eso sucede, cuándo sucede y cómo sucede. Y cuando la necesidad se ha tocado, entonces viene otro punto olvidado.

El tercer punto a recordar, en los tragos y empujones de avanzar, es la transición al texto. No se trata de lanzarse al texto como si fuera la pista más cercana para un aterrizaje forzoso. Se trata de sugerir que este problema a resolver, lección por aprender o principio por aplicar, tiene algún antecedente. Antes de mencionar el pasaje usted dice en pocas palabras cual es la semejanza entre la situación antecedente que evoca y la del pasaje. Luego menciona el pasaje. Por ejemplo, “No es la primera vez que habiendo recibido un tesoro decidimos corromperlo. Hubo una Iglesia que recibió el mayor tesoro y se dispuso a trocarlo por basura, de eso nos habla Pablo en Gálatas 1. Veamos el Gálatas 1:6-10”.

El cuarto punto a tener en mente, en el teje y maneje de predicar, es la aplicación. Es posible dedicarse a dar información que nadie pidió y contestar preguntas que nadie esta haciendo, y en el proceso olvidar la pregunta más importante del oyente: ¿qué significa esto para mí? Esa pregunta se responde con situaciones vitales, con experiencias propias, con dilemas humanos en los que la palabra de Dios se aplica. Usted no solo habla del pasado lejano y remoto, si no trae en todo momento esa verdad a las preocupaciones del oyente. Por ejemplo, le dice en dónde enfrenta el problema, cuándo suele presentarse y cómo puede resolverse. Esto se elabora no en lugar de la explicación del pasaje, sino como un derivado directo de ella.

El quinto punto a rememorar, en el tiquis miquis del desarrollo, es dar suficientes ejemplos. Es posible dar conceptos y no mostrar en dónde se encuentran en la vida. Tome nota cómo otros ilustran conceptos. Lleve un inventario de ilustraciones. Acuda a los ejemplos más simples de la vida para mostrar que los santos no son de palo, que la vida esta hecha de decisiones, que la fe que funciona es la que se fusiona, que es vacío el culto que se cambia por la cultura. En vez de olvidar debemos recordar las primeras palabras, la tensión que toca la necesidad, la transición al texto, la aplicación y los buenos ejemplos al predicar.

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