miércoles, 20 de octubre de 2010

La predicacion y el método sintético de estudio bíblico

La enorme popularidad de la predicación textual, me decía un pastor, se debe a que no conocemos la Biblia. El peligro de la predicación textual, es dar a entender a la congregación que la Biblia es un libro de recortes de frases bonitas.

Una manera de superar este vacío es usar el método sintético. La etimología de la palabra “síntesis,” translitera dos palabras que significan “poner junto.” En el método sintético vemos juntas las partes de un libro bíblico para entender el todo mayor, es decir, se acerca al libro, identificando las grandes secciones que conforman el todo, e intenta armonizar, en un mensaje, la suma de las partes que lo forman.

Por ejemplo: la síntesis del ser humano es cabeza, tronco y extremidades. De igual manera, la síntesis de un libro bíblico es su introducción, cuerpo y conclusión. Poder entender cómo esas partes se relacionan y a la vez suman al todo, en el caso de la Biblia, eso es la síntesis. Incluso la división de capítulos y versículos debe superarse para ver el todo, recuerde que esa división no es parte del texto original.

Antes de predicar debemos saber bien de aquello que predicamos. Debemos y podemos conocer la síntesis bíblica si hacemos un poco de esfuerzo para suplir lo que nos falta. Primero, esa síntesis equivale al “argumento” de los libros de la Biblia. ¿Qué es un argumento? Es el resumen en unas tres o cinco páginas del hilo de pensamiento del autor. ¿Ha visto como se organizan los libros en torno a un tema y se dividen en capítulos y versículos? Pues ahí tenemos los materiales para desarrollar el argumento. Este bosquejo se explica y crece con los hechos que leemos en la Biblia y ese es el argumento del libro. Pues bien, el argumento del libro consiste en elaborar y desarrollar, con Biblia abierta, el pensamiento de un autor bíblico.

Segundo, nuestro consejo es que coleccione, compare y estudie los bosquejos de cada libro de la Biblia. Tercero, decida predicar sobre un libro y no solo sobre un versículo. Para forzarse a hacer el ejercicio, una vez decida qué libro predicar, consiga los bosquejos de ese libro, lea el libro en cuestión y estúdielo hasta escribir el hilo del mensaje del libro en unas tres a cinco páginas. Luego, repáselo y corríjalo cuantas veces sea necesario a lo largo de su ministerio.

Es importante observar que en Hechos 20 Pablo insiste en su ministerio docente entre los creyentes “y como nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas… por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios”. (Hch. 20:20, 26-27). Pablo había estado dos años en Éfeso, y ese tiempo fue suficiente para que el pudiera hablar en términos tan comprensivos de su ministerio docente. Eso no lo podrá hacer con mensajes estrictamente "textuales".

¿Dónde encontrar los bosquejos? En las Biblias de estudio, en comentarios y en diccionarios bíblicos se encuentran estas divisiones del contenido, agrupando capítulos que desarrollan el tema del libro. No es necesario descubrir el "agua azucarada", pero si es importante beberla. Después de comparar y analizar varios bosquejos de un mismo libro bíblico, usted aprenderá a apreciar mejores combinaciones de “agua y de azúcar”.

Coleccione esos bosquejos, cópielos, compárelos, estúdielos con la Biblia abierta, ¿en qué se diferencia el de este autor con el de aquel otro? Reunir en pocas páginas ese argumento, eso es el estudio sintético y nada mejor que el método sintético para conocer el argumento de los libros bíblicos. Léalos, a la luz del texto bíblico, entiéndalos y diagrámelos, a ver cómo se resume el mensaje del texto de manera visual.

Si nuestro llamado fue a predicar la Palabra de Dios, y a ese llamado es al que le hemos dicho si, entonces cualquier esfuerzo que hagamos por estudiar la Biblia es parte de nuestro llamado. Debemos ser expertos en aquello a lo que nos dedicamos. Si nos dedicamos a predicar la Biblia, debemos conocerla de manera superior. Nuestro llamado no es a ser oradores ni “entreteiners”, eso Hollywood lo produce con mucho más calidad que la Iglesia. Nosotros somos profetas y el profeta conoce bien su mensaje y al Dios que le ha llamado a proclamarlo.

En conclusión, póngase una meta alcanzable: 1. Escoja un libro para predicar; 2. En tiempo que no sea el de la preparación del mensaje, busque tantos bosquejos de ese libro como pueda. 3. Compárelos y estúdielos con el texto bíblico abierto para entender por qué el autor del bosquejo cree que un punto termina en este capítulo y no antes o después. Con el tiempo, usted podrá estar en desacuerdo con esas divisiones y aun corregir las divisiones propuestas al argumento. Recuerde, no podemos aventurarnos a ser comunicadores sin ser biblistas.

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