domingo, 6 de diciembre de 2009

Homilética para sabios que no paran de aprender

La selección del pasaje
Predicamos para cambiar vidas. Nuestra palabra no lo logra. La palabra de Dios definitivamente si. Por eso escogemos textos de la Escritura y los aplicamos a la vida de los creyentes hoy. En la selección del pasaje entran tres cosas claras en consideración 1. El tiempo del que dispongo (me da la extensión); 2. La necesidad de la congregación (me da el tema). 3. La enseñanza bíblica que mejor responde a la necesidad sentida de las personas (me da el texto específico).  No cabe duda que la experiencia espiritual del predicador se deja ver aquí.

La idea a predicar
La necesidad de la gente es tal que ha de llevarse a casa un principio claro que funcione. A eso le llamamos la idea central. Esta se compone de una declaración que responde dos preguntas. De qué esta hablando este pasaje y qué dice acerca de eso que esta hablando. Esa respuesta debe tomar considerable atención. Para conseguir esa idea, el pasaje no solo se lee muchas veces sino se aclara el significado de sus detalles, para entender de qué esta hablando y qué dice de eso que habla, asegurando que ambas respuestas son certeras y bien ajustadas al texto. Elaboradas en una idea bíblica, memorable y breve, tenemos la idea a predicar.

El propósito del mensaje
El propósito del mensaje nos dice que debemos hacer con esa Idea. Generalmente nos orienta en cuanto a la aplicación que debemos hacer del texto. Lo que el pasaje nos dice literalmente el propósito lo traslada de manera relevante a la necesidad presente. Así se responde a las necesidades del pueblo de Dios hoy, si bien el propósito no se enuncia.  El propósito es como la quía del velero, no se ve pero da la dirección al sermón.

Por otro lado, el propósito ayuda a pensar como el  género literario nos facilita dirigir el sermón. Por ejemplo, ratificar la idea, explicarla, probarla y aplicarla son herramientas que vienen del género literario y construyen el diálogo con las necesidades del presente. Ratificamos la idea bíblica, si viene de la Poesía y de la sabiduría; la explicamos, si proviene de las Epístolas o Evangelios;  la probamos, si viene de las  Epístolas, la Profecía y Sabiduría; y la aplicamos cuando se halla en Parábolas, Epístolas y Narrativa. Ratificar, explicar, probar y aplicar no son ideas conceptuales para analizar y sobre analizar el pasaje. Son ayudas para hablar al corazón.

El desarrollo del sermón
Hacer un bosquejo es desarrollar la idea o pensamiento central. Ese desarrollo no debe imponerse al pasaje. Emerge de el. ¿Cómo se identifica la estructura del pasaje?  Viendo en la biblia que versículos terminan con un punto. Si terminan con coma, el pensamiento sigue hasta donde hay punto. También se ve en la sangría o espacio que sigue al punto del versículo anterior.  Esas son las maneras de ver cuantas divisiones posibles tiene un pasaje.  Los puntos y subpuntos son ideas completas, con un sujeto y complemento. Hacer un bosquejo requiere ese conocimiento mínimo de gramática. Saber como construir una idea completa (sujeto y complemento). Como la idea central tiene dos partes, los puntos y subpuntos del mensaje tienen también dos partes.

Vestir un mensaje
El esqueleto del mensaje debe vestirse con explicaciones del texto, ilustraciones, aplicaciones y reflexiones. Todo en feliz armonía que explica, aplica, ilustra y repite la idea central a lo largo del mensaje. Entre mas desarrolladas estan las notas del predicador (Ej. un manuscrito), mas impacto puede tener el mensaje, siempre y cuando no sea camisa de fuerza sino prontuario de ideas espontaneas que hablan ojo a ojo al oyente. El estudio bíblico en su contexto trajina el sermón porque en todo momento su contenido es lo que determina la idea central, el propósito y las aplicaciones del sermón.

Empezando y terminando el mensaje
La aplicación no se hace en la conclusión. Por decirlo asi, se abre con la aplicación. La primera oración del mensaje sugiere ya el tema o la necesidad de escuchar. Esas palabras constituyen una sacudida que obliga a oír. La introducción atrae la atención, sugiere el tema con ejemplos y aplicaciones y hace una transición al texto que incluye una breve mención del contexto del libro, autor o pasaje. Por su parte, la conclusión no simplemente detiene el mensaje. Mas bien, repite la idea central de distintas maneras, aplica la idea de formas especificas y permite al oyente oír de nuevo un repaso de lo que trató el mensaje.  La aplicación se hace a lo largo de todo el mensaje mostrando la pertinencia del texto a la vida del oyente.  El predicador no puede aplicar aquello que no le ha hablado a el.  Por eso, el Espíritu Santo trata siempre primero  con el predicador, y solo entonces con el oyente.

3 comentarios:

  1. LIC. GUILLERMO, GRACIAS POR PONER A NUESTRA DISPOSICIÓN ESTE RECURSO TAN VALIOSO. A LOS PREDICADORES NOS AYUDA PARA MEJORAR LA EXPOSICIÓN DE LA PALABRA DE DIOS.

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  2. Una alegria compartir hermano Isau. En breve empezaremos a poner los bosquejos. Por favor compartalos con los hermanos.

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  3. Debo agradecerle por disponer de su tiempo para compartir con un grupo selecto de ministros de la Iglesia de Dios, el interesante curso de Homilética. La primera clase fue capturadora. Estoy seguro que aprenderemos mucho de usted. nos vemos en la próxima clase.

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