viernes, 18 de febrero de 2011

La buena preparación del predicador

¿Qué es lo primero que le viene a la mente cuando le dicen que debe predicar? Sea un predicador experimentado o no hay un proceso que, si usted lo observa, revela ya qué tan importante es para usted predicar.

El predicador bien preparado es el que sabe que un buen sermón es aquel que tiene forma de sermón. Cuando el predicador se responde a la pregunta qué predicaré hoy, la respuesta viene dada en el marco de una idea central, de un propósito, de unos puntos mayores y menores y de una introducción y conclusión. Es decir, un buen sermón es aquel que esta bien elaborado. La forma de comprobar la buena elaboracion del sermón es ver si la redacción del bosquejo está expresada en ideas completas (sujeto, verbo y complemento), en vez de frases. El esmero en la elaboracion se refleja cuando las ideas completas expresan el contenido del mensaje.

También, es cierto que el predicador bien preparado asegura que el contenido del sermón sea coherente. En otras palabras, guarda cierta unidad como pieza oratoria. No es un mal sermón aquel que carece de ideas brillantes, sino aquel cuyas ideas viajan en todas direcciones. La coherencia se mide en si pueden alinearse, la idea central, el propósito y la conclusión. Si por el contrario, cada unas de estas viaja a un destino diferente, entonces no hay unidad.

Por otro lado, predicador bien preparado ve que el contenido del sermón esté gobernado por la Biblia. El predicador se ocupa de aclararse el significado de todos los datos del texto pertinentes al mensaje. Entre los mundos que el predicador une esta el mundo de la Biblia, con su contexto histórico y su gramática y el mundo moderno, con las tentaciones y presiones anti teológicas que sobresaltan al oyente. El buen sermón es pertinente, en tanto mantiene en mente la respuesta a la pregunta "y eso qué significa para mi".

El predicador bien preparado, finalmente, se asegura que su sermón este bien presentado. Hoy los gigantes de la comunicación son los presentadores de televisión, los anfitriones de talk-shows y los entrevistadores. El predicador compite con ellos por la atención de la gente. Compite en desventaja, porque estos gigantes tienen un ejercito de escritores, directores y creativos que les apoyan en "cada segmento" de la comunicación. Poner a la gente a repetir lo que dice el predicador, como aula de primaria, no necesariamente es buena presentación. Así mismo, el predicador que se esconde tras sus notas o interrumpe el flujo de la comunicación, con tartamudeos, esta perdido. La única solución a esto es la buena preparación.

En fin, el predicador verá que su sermón tenga forma de sermón, guarde la unidad del discurso, sea bíblico en su contenido, pertinente en su aplicación y este bien presentado. Quien presenta sermones organizados de esa manera es un predicador bien preparado para la tarea.

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